lunes, 21 de febrero de 2011

Un hombre y una mujer absolutamente blancos (André Breton)


Al fondo mismo de la sombrilla veo a las prostitutas maravillosas
Su vestimenta algo descolorida del lado del reverbero color del bosque
Ellas pasean consigo un gran sobrante de papel mural
Como no se le puede contemplar sin una congoja en los antiguos pisos de una casa en demolición
O bien una caracola de mármol blanco caída de una chimenea
O bien una red con esas cadenas que se nublan en los espejos
El gran instinto de la combustión se apodera de las callejas donde ellas se mantienen
Como abrasadas flores
Lejana la mirada provocando un viento de piedra
Mientras se abisman inmóviles en el centro del torbellino
Nada iguala para mí el sentido de su pensamiento en vilo
La frescura del arroyo donde sus botines empapan la sombra con sus picos
La realidad de esos haces de heno segado en los cuales desaparecen
Veo sus senos que dejan una punta de sol en la noche profunda
Cuyo descender y elevarse es la única medida exacta de la vida
Veo sus senos que son estrellas sobre las olas
Sus senos donde llora para siempre la invisible leche azul

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