sábado, 19 de febrero de 2011

Hoy cumplo treinta y seis años (George Gordon)

Este día el corazón debería estar inmóvil
Puesto que a otros ha dejado de mover:
Pero aunque yo no pueda ser querido,
Déjenme amar.

Mis días yacen entre hojas amarillas,
Se fueron flores y frutos del amor,
El gusano, la llaga y la profunda pena
Son lo único mío.

El fuego que de mi seno hace presa
Arde a solas como una isla volcánica,
Ninguna antorcha se enciende en su hoguera -
Una pira funeraria.

Esperanza, miedo, celoso cuidado,
Mi exaltada porción de dolor,
El poder del amor no puedo compartir,
Sino su corrupción.

Pero no es hora -ni éste el lugar-
Para que tales ideas agiten mi alma
Cuando el ataúd ornamenta la gloria del héroe
Si ella no rodea su frente.

La espada, el estandarte, la tierra,
la gloria y Grecia veo en torno a mí.
El espartano detrás de su escudo
No fue más libre.

¡Despierten! (no Grecia: ella vigila).
Mi espíritu despierte. Piensa por dónde
La sangre vital fluye del lago original
Y golpea en ti.

Pisa esas pasiones revividas
-Indigna virilidad-: indiferentes
Para ti la sonrisa o el ceño adusto
De la belleza deberían ser.

Si reniegas de tu juventud, ¿para qué vivir?
La tierra de la muerte honorable
Está aquí: entra al campo y entrega
Tu aliento.

Busca -menos a menudo se busca que se encuentra-
La tumba del soldado, la mejor para ti;
Mira alrededor, elige tu parcela
Y toma tu descanso.

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